domingo, 12 de abril de 2015

El ruído no electoral de los trabajos en la calle en Esplugues de Llobregat.

Año 2015. Elecciones municipales. Cada partido en cada localidad prepara su campaña electoral. La maquinaria propagandística se activa y el sistema político moderno, como todo "buen" mercado, se transforma en un surtidor de publicidad que convierte el municipio en un exhaustivo tablón electoral en el que los partidos políticos se venden a sí mismos.
Entre ellos, el partido en el gobierno. A menudo, es uno de esos partidos a los que sólo les interesa que sus miembros obtengan todo tipo de beneficios, mientras no sólo se olvidan de la población, sino que hacen todo lo posible por hacerle la vida imposible. Hasta los meses previos a las elecciones, cuando se acuerdan de que necesitan que les voten y, como los demás, ponen en marcha la propaganda. Pero para el partido en el gobierno no sólo consiste en decorar la ciudad con carteles con la imagen de su candidato/a, sino en hacer algunas cosas en el municipio con la intención de hacer olvidar que han estado sin hacer nada los 3 primeros años y medio. Estas cosas, habitualmente son las obras de arreglos de calles, alcantarillados etc.
Es remarcable como mantienen cuidados los barrios ricos a lo largo del mandato electoral, sin necesidad de hacer grandes obras de última hora, evitando así las consecuentes molestias para los amigos. Las intensivas obras de (pre-)campaña no las harán delante de la casa consistorial ni de la vivienda del alcalde o alcaldesa, sino en los barrios más pobres. Esto es un populismo que roza, si no sobrepasa, el caciquismo.
Es el caso de Esplugues de Llobregat, donde el PSC lleva instalado desde la Transición con el único fin de convertir esta localidad en una ciudad dormitorio para clases altas que se puedan permitir pisos de lujo y que puedan tener acceso a un gran centro comercial (Pla Caufec o con nuevo nombre, Porta Barcelona). Mientras tanto, mantiene la puerta abierta a grandes supermercados, entre ellos dos Mercadona del esclavista Juan Roig; el lento veneno para el comercio local. Pero este es otro tema.
En Esplugues de Llobregat la alcaldesa Pilar Díaz y sus secuaces del PSC también han puesto manos a la obra a sus agentes de marketing y a los trabajadores que llevan a cabo diferentes obras en la calle a lo largo de toda la localidad. ¿De toda? Especialmente, de los barrios de clases media-pobre, pobre. Como es el caso de La Plana o Can Vidalet.

Estas obras, por supuesto no resultan gratuitas, no sólo económicamente, para el vecindario. Conllevan una serie de molestias, como la polución causada por camiones y excavadoras, los restos de materiales y tierra que vuela con el viento, complicaciones para cruzar una calle (no es poca la vuelta que hubo que dar en ciertos momentos para cruzar el Carrer del Molí en Can Vidalet), además en lugares en los que una gran parte de la población rondante es de edad considerable y lo que aquí me concierne, el problema acústico.

¿Qué es para esos trabajadores tener que soportar el ruído de sus propias obras 6 días a la semana? Porque sí, trabajan hasta los sábados por la tarde, lo nunca visto. ¿Y para los vecinos? Eso no le importa a Pilar Díaz, ni al PSC, como tampoco le importaría al PP, ni a CiU, ni a C's, ni probablemente a los otros partidos al uso. Esto no lo veremos delante del ayuntamiento, no vaya a ser que quienen tienen sus sitios reservados sientan la molestia de oír martillos neumáticos, sierras eléctricas y excavadoras todo el día y todos los días (menos el domingo, quizá) durante dos o tres semanas. ¿Qué les preocupa a los gobernantes en este país que sus habitantes ensordezcan? Nada; al contrario, les beneficia, pues son beneficios para el capital privado de las marcas sanitarias que se aprovechan de la mala salud de sus clientes. En este caso, GAES & cia, pero es evidente que la reflexión va más allá del problema acústico y municipal, pues es el sistema capitalista el que vende el vivir más, pero en ningún caso mejor -y ya no hablo de vivir de manera más relajada, sino exclusivamente de las condiciones de salud, que cuanto peor, mejor-. Y evidentemente, está manos a la obra en la desmantelación de la sanidad pública, en lo que es difícil encontrar mejor ejemplo que la Generalitat de Catalunya. Pero esto, también es otro tema.

Por tanto, la intensidad acústica de estos trabajos en la calle resulta un problema tanto cualitativo (herramientas y máquinas) como cuantitativo (muchas obras concentradas e ininterrumpidas a lo largo de varias semanas). Por otra parte, ya sabemos que el paisaje sonoro urbano tiende a ser plano, debido especialmente al tráfico. Pero mientras habitualmente se puede oír la fuente (el agua limpia también acústicamente), el ambiente de niños/as que pasan jugando o no, conversaciones entre gente en la calle etc., estos días las obras son la oscuridad que se cierne sobre el ambiente del barrio. La oscuridad donde están los/as olvidados/as.

Obviamente, este es otro tema, como cualquier otro, para quien gobierna.

PS: En Ciutat Diagonal también se ven unas pequeñas obras, bastante silenciosas si se comparan con las otras (junto a otra de las vergüenzas de Esplugues, el colegio de los Legionarios de Cristo), lo que no es casualidad, sino más bien consecuencia de la no necesidad de grandes reformas.

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